Hoy entrevistamos a Beatriz de Moura, fundadora y directora
literaria de Tusquets Editores.
Una vez escuché de boca de un noble que lo había perdido
todo, que lo único que no te pueden arrebatar es el pensamiento, su familia
siempre lo incito a leer a formarse una opinión de las cosas, pues su madre le
aseguro que en los sumido en los avatares de la fortuna lo único que nadie le
podría arrebatar sería su propio conocimiento.
¿Qué cree usted de ello?
Una
cosa es el conocimiento y otra el pensamiento. De hecho, éste se nutre de
aquél. Hay gente que almacena y amontona mucho conocimiento y que, sin haberlo
pasado por el tamiz del pensamiento, sólo le sirve para exhibirse en sociedad.
De mi
familia lo que me sirvió realmente fue el hecho de que mi padre fuera radicalmente
agnóstico y me incitara a leer y razonar; y que, en cambio, mi madre fuera una
beata que quería forzarme a aceptar sin chistar lo de la Santísima
Trinidad… Esa divergencia de criterios,
ideas y actitudes vitales me enseñó a pensar y, por tanto, a elegir en cada
caso.
Nunca ha sido tan fácil el acceso a la información, pero sin
embargo la gente esta muy desinformada, hay una cultura global en la que nos
dicen que pensar, que comer, que leer, que vestir, cual es el libro del
momento, la gente no arriesga en las lecturas, tiene un tiempo determinado para
leer, para escapar del sin sentido e insatisfacción de su propio mundo, no
queremos pensar y leemos lo que la
multitud nos da por valido.
En psicoanálisis, el sueño protege al durmiente para que sus
deseos inconcientes no lo despierten, del mismo modo se ha instaurado un “no
pienses en eso” en la cotidianidad del
día a día. Y así funcionamos en una vorágine insatisfactoria de trabaja,
estudia, come, duerme, trabaja, diviértete, compra, trabaja… Donde además nos
dicen que tienes que ser, que tienes que comer, como tienes que vestir… y los
pensamientos latentes respecto a la inconformidad de nuestra vida los alejamos,
los soterramos, los dejamos abandonados… aunque no por ello desaparecen.
¿De qué modo usted cree que el mundo editorial ha
contribuido a ese adoctrinamiento de las masas?
Las
editoriales, incluso los grandes grupos editoriales, nunca han pretendido
«adoctrinar» a nadie, ¡y menos a masas! Siempre, a través de los tiempos, hubo
editoriales de cualquier dimensión que han decidido anteponer el ganar el
máximo dinero posible con su producción editorial; otras que han intentado ante
todo crear un catálogo exigente y coherente sin por ello desdeñar el lado
económico de lo que no deja ser también una empresa; y otras aún cuyo
rigor con el criterio de su producción editorial ha sido tal que o bien malvive
o bien ya ha dejado de existir.
Las
masas, en cambio, hoy en día frecuentan el mundo digital sin percatarse de que
colosales imperios económicos las están abduciendo y conduciendo a un mundo en
el que todo les es dado, les fascina y engatusa sin que nadie se percate de que
han dejado de pensar por sí mismas, aceptándolo todo de ese mundo fascinante,
aparentemente lleno de una información que, de hecho, es pasajera, volátil y
ligera como la propia velocidad con la que se mueve en la pantalla, una
información tragándose a otra segundo a segundo. Ese mundo sí adoctrina porque
entrena al personal a vivir deslumbrado por una irrealidad en eterno movimiento
que lo mantiene en vilo mientras los mensajes subliminales que va aceptando sin
más, falto como está del tiempo, el espacio y el escenario propios de la
reflexión y del pensamiento.
Sellos editoriales, colecciones, de cara al autor que
comienza su andadura editorial, qué consejos podría darle para no perderse en
tal laberinto, cómo saber a qué puerta llamar.
Si
ese autor a que te refieres lo es de verdad, si tiene realmente talento (que es
un don con el que se nace), no te preocupes, porque, llegado el momento, sabrá
fácilmente encontrar la puerta a la que llamar. Ese autor, antes de escribir,
habrá ya leído mucho, de todo, seguramente sin disciplina alguna, pero con la
insistencia de quien reconoce en esas lecturas su camino. Y un día se dará
cuenta de que el catálogo de una u otra editorial le habrá estimulado
especialmente. A esa, o esas, dirigirá sus pasos.
Supongo que estará habituada a encontrarse con cien
escritores al día que salen de debajo de las piedras, más hoy día, donde todo
blogger por el hecho de tener un blog ya se considera escritor, como domina esa
situación, sabedora que mucha gente cree que usted podría ser la persona que abanderara
su éxito, ya que en una sociedad en la que aparentemente solo importa el éxito,
usted representa una esperanza para muchos que la miran con ojos codiciosos
imaginando ser los elegidos, cómo maneja esa situación, ¿es complicado?
Pues
a los editores que trabajan conmigo y yo misma es evidente que a veces esa
superabundancia indiscriminada nos abruma. Pero también, con la experiencia de
los muchos años de lectura severa, nos cuesta cada vez menos «reconocer» en el
montón a los escasos auténticos valores a los que prestar la máxima
atención.
En el caso opuesto ¿se ha encontrado usted con escritores de
los que guardan décadas sus manuscritos en el cajón, trabajan de lo que no les
es propio, por miedo al no y así poder seguir soñado con ser un futuro
escritor?
No. Al menos yo no he sabido de ninguno. El oficio de
escritor es durísimo y hay que tener vocación real para sobreponerse y seguir
escribiendo pese a todo. De ésos sí he conocido bastantes.
Puesto que la sociedad del éxito no se considera que el
escritor no publicado es escritor. Y han sido puestos sus manuscritos en
conocimiento de editorial por amigos o familiares.
Como
tampoco el que nunca ha pintado un cuadro, ni lo ha expuesto en una galería
puede ser considerado un pintor… El escritor verdadero, vocacional, tanto como el
pintor, escribe y pinta con y/o sin éxito inmediato, incluso si tarda años y
años en darse a conocer. Todo lo demás es «hoguera de vanidades».
Veo que este año el concurso literario de su sello La
sonrisa vertical ha quedado desierto.
¡Nooo¡ ¡Suspendimos el Premio La sonrisa vertical hace ya
nueve años, en 2004, después de la XXVI convocatoria, que sí quedó desierta!
Suspendimos el premio, pero sigue viva la colección hasta hoy.
¿Cree que a los escritores les cuesta hablar de sexo?
Estamos acostumbrado sobre todo por el cine a ver películas violentas, ver
muertes, pero dónde los héroes, tipos duros, suelen ser castos. Un ejemplo
sobresaliente son los papeles Bruce Lee, es raro, porque sus personajes en ese
sentido son muy occidentales, pues en oriente pensamiento y deseo no se venden
por separado como en nuestra cultura.
Yo,
la verdad, Elena, no sabría decirte. Lo que sí sé es que mi generación sí habló
mucho de sexo, y también lo practicó con mejor o peor fortuna, como toda la
gente que lleva una vida activa. Vivir el sexo y hablar de él es estupendo. A
mí me importan bien poco las películas a las que te refieres, y de Bruce Lee,
por ejemplo, sólo habré visto alguna en la tele algún sábado por la tarde para
dormir la siesta. No puedo asegurarlo, pero creo que no me he perdido nada de
lo que me arrepienta.
Ya en lo personal.
Su infancia nómada siendo hija de un diplomático,
recorriendo el mundo… ¿Los libros eran los únicos amigos que podía tener siempre
a su alcance?
¿En ese periodo cuáles fueron los libros que le acompañaron
en su viaje y formaron su carácter?
En
ese periodo me alimenté de los libros de la biblioteca de mi padre que nunca me
impidió leer lo yo quisiera, sin reserva alguna. Hoy tengo aún en mi propia
casa bastantes libros de esta biblioteca. Y, sí, me formaron todos, los que me
gustaron y los que no. Sin olvidar los que aporté yo en cuanto pude, como los
álbumes de Tintín y la serie de libros juveniles de Las aventuras del capitán
Jones en las islas del pacífico sur. Me doy cuenta hoy de que me formé leyendo
libros más bien para varones, aunque también, durante un breve periodo, me zampé
novelitas tipo los de Corín Tellado, a los que si hoy se les pusiera sexo aquí
y allá, serían como los de la James.
Usted cuenta que recuerda a su padre leyendo horas y horas en
la biblioteca sumido en el placer de la lectura y que comenzó a leer por ser un
modo de sentirse unida a él.
No le parece paradójico que cuando discrepa con el
pensamiento paterno y decide seguir su propio camino, separándose de él, se
asienta en la Barcelona franquista y patriarcal de los 50´s y se rodea de
libros. Es muy difícil cortar el nudo
gordiano. Los olores familiares nos revierten a nuestro pasado, mientras siga
rodeada de libros los recuerdos de ese tiempo feliz en la biblioteca paterna
hay estarán.
Fue
mi propio padre quien cortó por mí el nudo gordiano cuando yo iba a cumplir los
19. Me echó de casa por una desavenencia política (consideró que yo era
demasiado indisciplinada y «roja»). Me echó, me fui y sólo volví a verlo 17
años después, cuando se jubiló y quiso saber de mí. Al terminar mis estudios en
Ginebra, trabajando para pagármelos, sí, en efecto, regresé a Barcelona a
principios de los años 60, cuando, también en efecto, esta ciudad era como la
describes tú. Y me alegro, ya que, a mi modo, seguí en la línea por la que me
había echado de casa mi padre. Sí, así fueron las cosas, más por ironías del
destino que gracias a «olores familiares»…
La historia de sus leotardos negros veo que ha calado hondo.
¿Mirando atrás se considera una trasgresora o bien solo una
persona que tuvo la fuerza para seguir sus sueños e impulsos?
No
sé si fui transgresora. Sí es cierto que, acostumbrada desde muy jovencita a
vivir bastante a mi aire gracias a que la atención de mis padres se centraba
ante y sobre todo en una hermana mía con una enfermedad crónica bastante grave,
fui tirando en la vida tomando decisiones muy a solas, sin demasiado control
por parte de nadie. Ha sido un espléndido aprendizaje.
Kierkegaard sostiene en una de sus frases que el hombre está
en la historia mientras que la mujer no, es decir que el hombre produce y la
mujer reproduce. ¿Cree usted que lo que provoco la desaprobación de los
dinosaurios de Gili o de Salvat (las editoriales para la que trabajó en
Barcelona y de la cuales la despidieron) es que veían atentada su continuidad
en el tiempo dejando a la mujer producir?
Creo
que simplificas un poco mucho el pensamiento de un filósofo como Kierkegaard…
Por otra parte, las editoriales Gili y Salvat para las que trabajé para ganarme
el pan a mi regreso de Ginebra no eran realmente dinosaurios ya que andaban muy
activas en aquellos años produciendo libros técnicos y enciclopedias. Yo,
entonces, con tan sólo 23-24 años, hacía algo que una hija de buena familia no
hacía entonces: trabajar entre hombres en igualdad de condiciones en los dos
sitios. Algún problemilla debía a la fuerza surgir entre tantos hombres poco
acostumbrados a tener a una chavala –¡extranjera!– trabajando como ellos y con
ellos. Era simplemente lógico que algo ocurriera.
Actualmente se ve una relación espejo entre hombres y
mujeres, la ley establece que hombres y mujeres tenemos los mismos derechos,
pero se toma como una competencia y al final muchas mujeres se pierden en la
rivalidad y en no perder terreno.
¿Qué piensa sobre que las mujeres, remontándonos nuevamente
a lo que dijo Kierkegaard, estemos más preocupadas por demostrar que podemos
producir que por reproducir?
Cuando
hablas de «reproducir», ¿a qué te refieres? ¿A la maternidad? (Si a eso te
refieres, yo creo que una mujer más bien produce al ir criando en su vientre
a un ser humano…) Si aceptamos que las mujeres «reproducen», te diré que lo están haciendo de la misma manera y con
la misma fuerza y determinación que están produciendo en algún trabajo. A mí,
me asombra la facilidad con la que hoy día las mujeres se lanzan a esa doble
aventura. No las envidio, es cierto, pero no deja de ser asombroso ese doble
compromiso en la vida.
Para finalizar.
Sin duda, Duras, como otros tantos otros autores que han
pasado por sus manos, debieron de tener una personalidad complicada,
destructivos, maniáticos… el arte en la conformidad no crea.
¿Qué queda de cada escritor impregnado en usted? ¿Algún
autor le ha impactado tanto en su modo de ser o de pensar que le ha supuesto un
cambio de paradigma?
Sí,
algunos, no muchos, de los escritores con los que he trabajado y a los que he
publicado han pasado a ser también amigos con los que he tenido la oportunidad
de conversar amistosamente. Todos ellos han dejado su huella, cada uno a su
modo. Vivir entre ellos y con ellos, acompañarlos en su recorrido literario, ha
sido para mí el alimento intelectual diario que jamás podré agradecer
debidamente. En este aspecto, desde luego, me siento una persona absolutamente
privilegiada.